Representación de "O Velorio" de Francisco Taxes por el Centro Dramático Galego. |
Lo que pasó aquella noche en una
pequeña aldea de Vigo nunca lo olvidaremos. Desde el mismo momento en que los sepultureros sellaron la lápida del nicho en donde reposan los restos de doña Anuncia, nuestra boca quedó sellada por un pacto de silencio. Y el caso es que la experiencia, borrosa ya por el paso del
tiempo, tuvo su aquel.
Si había un rasgo que
caracterizaba a doña Anuncia era que siempre vestía de negro. Alta, delgada, su pelo blanco recogido en un moño regio dejaba a la vista una
cara ascética, sus labios eran gruesos y se curvaban hacia abajo en un gesto de
amargura, los ojos verdes resaltaban en el moreno de su piel, su mirada era extraña y triste. “La elegancia no está
reñida con la austeridad”, decía a veces cuando algún familiar le proponía
ponerse algo más alegre. ¿Elegancia oscura?…, sus pocas visitas a Vigo,
como dicen los habitantes del rural cuando van al centro, era para despachar algún asunto económico con su administrador, alguna visita al médico o a la modista.
—Siempre va de negro Doña
Anuncia, debería alegrar un poco su imagen, le vendría muy bien para la
salud —le decía Don Andrés,
el médico.
—No voy de luto ni de alivio de
luto, me gusta el negro —le contestaba ella.