Debía descubrir la salida secreta por donde ella huía para regresar con
el pelo mojado y oliendo a mar. Debía descubrirla aunque eso significara
destruir definitivamente, toda posibilidad de retorno.
A mí no me molesta que
ella salga, que se guarde las confidencias que le hacen sus amigos y que los
míos me digan que es estupenda. Porque es cierto, mi mujer es estupenda. Lo que
me molesta es lo otro. Cuando salgo del trabajo me faltan piernas para volver a
casa. Hace dos meses que ha empezado todo esto, y mis amigos ahora se mofan
porque ya no me quedo al cafelito cuando salimos, ni juego al fútbol, tampoco
me meto en las redes (yo, que no se vivir sin ellas), y le esquivo el bulto a
nuestras cenas de los viernes; se creen que es ella, que no me deja.
Yo me callo, qué le voy
a hacer, me aguanto, cómo voy a contarles que..., no, ni loco; aparte de
calzonazos, me levantarían el monumento al inventor del cuento.
Al principio me costó,
pero ahora más o menos estoy acostumbrado a que ella "vuele"; mi
mujer tiene una facilidad tremenda para desconectarse. Le basta con tener los
ojos abiertos sin mirar a ningún lado y bluf, ya está en otra parte. Pero la
muy cabrona me lo hacía cuando estábamos mirando televisión, entonces yo no me
daba cuenta. Y pensar que caí de casualidad, aquella vez que me quedé dormido,
y ahora me pregunto desde cuánto tiempo atrás...
Fue así:
Me despierto a las
tantas, la pantalla de la tele estaba blanca y zumbando y mi mujer mirando,
como si estuviera viendo una de esas pelis románticas que tanto le gustan, muy
relajada, pero sin pestañear. Pienso que me está vacilando, ¿ah, si...?, me
digo, la voy a mirar fijo, seguro que no aguanta, y me le pongo delante.
Lo primero que me
extraña es el color, el color de los ojos; los ojos de mi mujer son pardos,
pero pardos pardos, ¿he?, bueno se los veo verdes. Pero eso hubiera sido lo de
menos. Me acerco despacio, casi sin respirar, el color se mueve, acerco la
lámpara y me quedo de una pieza, adentro..., tienen agua.
Un mar de oleaje calmo
que muere en la playa con suaves crestas de espuma blanca. En el ojo derecho
está ella y lanza un balón y en el izquierdo un tío que lo recibe. En vez de
devolvérsela la tira en el medio, cerca, entonces corren los dos para alcanzarla
y mi mujer la coge porque el tío se dejó ganar. La abraza y simula que pierde
pie y caen los dos al agua. Mi mujer se ríe, juguetona y van rodando hasta la
arena, disfrutando del abrazo. Ella mete sus piernas entre las de él y se
enreda, y el tío con una mano la recorre, con avidez, desde la pierna subiendo
por sus caderas, bajando hasta el interior de sus muslos mientras la besa;
vuelve a subir la mano hasta el sujetador del bikini y lo desabrocha y ella
consiente, quedándose quieta.
¡Yo no salgo de mi
asombro!. Cuando quiere quitarle el resto mi mujer no lo deja. ¡Bravo nena!,
pienso sin pensar lo que digo, así me gusta, pero no me gusta, porque ella se
pone de pie y empieza a bajarse el bikini lentamente, sin dejar de mirarlo,
seduciéndolo, hasta quedar desnuda. Se lo arroja a la cara y empieza a correr.
El tío la alcanza y vuelve a tirarla sobre la arena, y le gusta a la muy
cretina, y se ríe, se ríe bajito hasta que se calla y su rostro se transforma
en ese que es casi de dolor y que tantas veces he contemplado al tenerla
ansiosa bajo mi cuerpo.
No aguanté más, la
sacudí con bronca y entonces me miró. ¿Os creéis que me contó? Ni jota. Pero
Pepe ¿tú estás loco?. Si este año fuimos a la sierra, de qué playas me estás
hablando. ¿Cuándo me has visto?. No te hago más cocido, ¿he?, comes como un
animal y después encima me despiertas para echarme en cara tus pesadillas.
Tú no dormías, le dije,
tenías los ojos bien abiertos. Sí, seguro, me dijo, y ahora en vez de estar
aquí estamos en Gandía, así que no me hables. Y se dio la vuelta y se tapó.
A los cinco minutos
dormía, pero con los ojos cerrados, me fijé. Y me la tuve que tragar la bronca.
Y los celos. Bueno, y qué, ¿no se pueden tener celos acaso?. Menos mal que
empecé a estar atento. Y que mi mujer hace bluf, generalmente por las noches
que si no... “te la voglio dire”, hasta el curro largaba.
Empieza siempre igual,
el mar, la playa. Yo trato de sujetarme, de no sacudirla, para ver si puedo
verle la cara al tío, a ver si resulta ser uno de esos amigos que nunca faltan.
Pero no hay caso, ella monopoliza los primeros planos, ¡y cómo le gusta!, creo
que le gusta más que conmigo, y a veces me dan ganas de soltarle una hostia,
pero cuando el puño se me cierra me doy cuenta; me doy cuenta de que ella no
está allí sino aquí, delante de mí, entonces la rabia me muerde el estómago por
no poder hacer nada y la zarandeo con todas mis fuerzas.
Y de nuevo lo mismo,
que qué playa y que si estoy loco, cuando al final la que me está resultando
una loca suelta, es ella.
Yo sé que las mujeres
siempre andan imaginando cosas. La culpa es de uno, que después de los cuarenta
ya no le quedan ganas de hacerse el romántico y hasta de los aniversarios, se
olvida. Pero tampoco es justo que nos hagan éstas cosas.
Por lo menos que me
cuente, qué se yo, que no me tome el pelo, que me diga que el tío de la playa
soy yo. Pero no, se lo guarda para ella sola y encima, me lo niega.
Últimamente está
cambiada.
Por ejemplo los días de
semana es así:
— ¿Vamos a cenar fuera?
— No..., planché mucho
y sabes que estar de pie me cansa.
— Paqui y Enrique nos
invitaron al cine, ¿les digo que sí?
— Justo hoy..., estuve leyendo como loca y me
duele la cabeza.
Y sábados y domingos,
así:
— ¿No vas a ver el
partido?
La miro. Ya os
imagináis cómo la miro.
— No, no tengo ganas,
hace frío.
—¿Qué pasa, no hacéis
más barbacoas con los chicos?
— Cuando venga el
verano - le contesto.
Y pienso. A mí me está
entrando la duda, a ver si ésta también hace bluf cuando está sola, porque no
se si lo dije, generalmente hace bluf de noche y frente al televisor, y yo que
algo entiendo lo averío para que no pueda verlo durante el día; y dejo una marca
para saber si ella lo anda tocando. Pero no, está todo igual, así que
televisión no mira.
El reloj de la oficina
es dorado y enorme, y me hace acordar de esos estúpidos soles nacientes que se
ríen en los grabados no se muy bien por qué, pero a veces me da la sensación de
que éste, me mira como tomándome el pelo. Y que encima coge las agujas, para
que no avancen.
Los chicos ya no me
vacilan, a veces los descubro mirándome de soslayo, y se que se juntan para
murmurar, los oí, ¿qué le pasa a éste?, casi ni habla; ¿te has fijado en las
arrugas de la cara?; Sí. Y tú, ¿te has dado cuenta?, parece un palo vestido;
oye, este no tendrá algún problema?. Y, pero no cuenta, tampoco puede uno ir a
meterse. Les agradecí, in mente, pero les agradecí que se preocuparan.
Pero qué les voy a
contar, pienso, y agacho la cabeza y aprieto fuerte el boli porque no entiendo
lo que leo. La cuenta Jiménez, parece chino. Las sienes me laten como si
estuvieran a punto de estallar, quiero respirar hondo y en lugar de eso, el
aire se me atraganta. Y la incertidumbre le pone astillas a la silla, no puedo
seguir sentado.
No me encuentro bien,
le digo al jefe, me voy a marchar. Y la verdad, que me cree, con la cara que
tengo...
— Anda, vete, vete ya.
Abro la puerta de casa
despacio, no la oigo cantar - ahora suele canturrear bastante -. ni hay ruido
en la cocina, miro por todos lados y no está. Voy al dormitorio y me echo en la
cama, venga fumar y pensar; con razón hablan los chicos, me digo, mientras me
miro en el espejo de la puerta del armario, que está entreabierta y el tipo de
enfrente me mira con una cara bastante desencajada.
Estoy así largo rato,
atento al menor ruido. Cada vez que oigo el ascensor me sobresalto. Y de
pronto, la veo que viene caminando, lentamente, saca un pie del espejo, luego
el otro, agacha la cabeza y sale.
El cigarro se me cae de
la boca y la boca se me queda abierta, me quemo pero apenas si me doy cuenta.
Ella se detiene frente
a mí, con la mirada ausente y esa expresión extasiada que me clava los dientes
en las tripas. No me ve. Me tiene delante y no me ve. Me acerco, tiene el pelo
mojado y olor a mar en la ropa. No se por qué no me animo a tocarla, mi mujer
sale del dormitorio y yo me quedo solo frente al espejo, después de mirarlo
durante un rato levanto la mano y la apoyo, está frío y compacto.
Reaparece cambiada y
como si nada, le pregunto por el pelo, y acabo de ducharme, me dice.
La rabia que me trago
me convierte el cariño en bronca; una cosa era verlo con ella delante,
sabiéndola presente y con tiempo de sacudirla hasta conseguir que regrese, pero
al meterse dentro del espejo la cosa cambia, así no. Y aparte esa mirada que
trae, no se la aguanto. Lo peor de todo es que ella vuelve a ser ella solo cuando
lleva a cabo un acto rutinario, y yo, me tengo que quedar de brazos cruzados
mientras tanto.
Pero no puedo seguir
así. Ella sigue empeñada en no contarme, y yo se que me engaña, me la está
pegando, sin que yo pueda demostrarlo.
Le digo que me voy,
pero me quedo. Espero un rato escondido en la penumbra del salón. Como la casa
está en silencio, puedo oírla abriendo la puerta del armario.
Me acerco tratando de
no hacer ruido, abro la puerta del dormitorio y la pillo justo cuando se mete
en el espejo, miro alrededor, cojo el cepillo de la ropa que está sobre la
cómoda, lo que tengo más a mano y lo golpeo una y otra vez contra él, hasta que
el pedacito más grande, no es capaz de dejar salir ni un dedo.
Un relato de @kamchatka_H
Un relato de @kamchatka_H
Uff! Bárbaro el relato. Has conseguido, Kam, que el estómago se me quedara encogido hasta después incluso de haber acabado su lectura. Atrapa desde la primera linea y te arrastra en su espiral de angustia...
ResponderEliminarMagnífico.
Enhorabuena, de verdad!!!
Gracias!!! He recuperado esta faceta gracias a juanvi, que me la ha recordado. Me alegra haber logrado mi objetivo: atrapar ;)** Amenazo con más!!!
ResponderEliminarKam, qué sorpresa tan emocionante!!! Me ha encantado. Enhorabuena. :))***
ResponderEliminarMadre mía¡¡ qué capacidad para novelar. Una flagelación constante del "reo" por su propia inseguridad y manifiesta impotencia. Es claustrofóbico. Por varios instantes me he sentido yo misma asfixiada. Los celos llevados al máximo extremo....
ResponderEliminarFelicidades¡, está expléndido. Y sé que todavía lo puedes hacer mucho mejor. Te animo a que sigas escribiendo. Un beso. Gran satisfacción leerte.
Se nota que la perspectiva es la de una mujer... ;-) jaja Los extrógenos te han traicionado... pero suhhhhh entre tú y yo... Lo tenía que evidenciar. Un beso.
ResponderEliminar¡¡Me estáis animando!! Es peligroso..., me vais a tener que soportar luego. Y me estáis poniendo alto el listón. Gracias por vuestros comentarios. Y por vuestras interpretaciones. Se ve que os ha resultado interesante el personaje del cuento. ;)**
ResponderEliminarMe ha encantado, envaucado, angustiado. Magníficamente relatado. Soy fan. Esperando nuevas historias.
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