jueves, 1 de mayo de 2014

LOBISHOME EN MADRID



Suelo levantarme muy despejado por las mañanas. Me ducho, me afeito, preparo café, tostadas, zumo y mientras desayuno escucho en la radio las tertulias matinales. No sé qué tipo de deformación psíquica tengo en mi cerebro, es como si cada noticia o cada comentario me entrara por las venas y recorriera todo mi cuerpo como una descarga de heroína y me hace sentirme en condiciones óptimas. Salgo a la calle comiéndome el mundo. Tendré que consultarlo con mi psiquiatra de cabecera.

La verdad es que desde hace meses, en las noches de luna llena, mis colmillos crecen, el pelo de la cabeza se me eriza, la barba se hace más espesa, el cuerpo se llena de un pelo negro y duro, mis manos se convierten en unas garras diabólicas y tengo que vestirme con traje oscuro, camisa negra y llevar guantes.

—Doctora, usted me diagnosticó un trastorno ansioso depresivo pero últimamente sueño que en las noches de luna llena vago por la ciudad destripando todo tipo de ciudadanos; pijos, negros, extranjeros pobres y ricos, parados, trabajadores, perro flautas y mujeres decentes, mi ansiedad no le hace ascos a nadie...— le suelto casi antes de sentarme en el sillón.

La doctora me mira con esa sonrisa seductora que solo ella sabe poner y me dice:

—Eso son sueños. No te preocupes, tienes que trabajar más con la psicóloga, hay que saber el porqué;  ¿has probado a trabajar con las constelaciones familiares?, quizás una dependencia infantil por la madre, algún duelo que no has cerrado o quizás algo de un antepasado violento, mira te voy a aumentar la medicación— y me suelta cuatro recetas.

Precisamente esta noche en Lavapiés me comí dos senegaleses, un moro y una señora de Valladolid que se había perdido después de una visita a la Almudena,  esta última estaba muy rica, por cierto. Me quedé satisfecho pero a las dos horas, después de pasear la cena por el Retiro, sentí hambre y mientras volvía a casa por el Paseo del Prado ocultándome entre los árboles y medio iluminadas por la luz de una farola vi una pareja de chicas que abrazadas contemplaban la luna llena.

— ¿Dos mujeres abrazadas?, seguro que son bolleras. ¿Cómo se puede contemplar la luna a estas horas abrazadas y besándose? —pensé mientras me acercaba a ellas sigilosamente y un hilillo de baba caía de la comisura de mis labios.

En un abrir y cerrar de ojos me abalancé sobre ellas y después de degollarlas con la garra derecha di buena cuenta de sus tiernas carnes aromatizadas por el porro que se estaban fumando, ¡estaban deliciosas!


Después de limpiarme la sangre tuve que coger un taxi en Atocha, menos mal que llevaba una radio fórmula, había cenado demasiado, el senegalés  estaba un poco duro, mañana ire por el barrio de Salamanca, seguro que están más tiernos. Cuando llegué a casa una ducha y a la cama, dormí como un bendito, lo curioso es que me desperté sin ardor de estómago y muy optimista. Me duché, me afeité, preparé café, tostadas y zumo y mientras desayunaba busqué en el dial una tertulia radiofónica, me siento feliz. En la próxima sesión con mi psiquiatra le preguntaré si será el café.

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